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Blog de los hermanos costaleros de la Real Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Stmo. Cristo de la Expiración, María Stma. de las Siete Palabras y San Juan Evangelista, de Jaén

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viernes, 22 de febrero de 2013

Siete Lirios al Cristo de la Expiración (V)

22 febrero 2013
por Luesco

Cristo sigue padeciendo cuando nuestros hermanos, también en nosotros mismos, nos alejamos de él. Es la pasión nuestra de cada día, del trabajo monótono, el cumplimiento de los deberes profesionales, de nuestras obligaciones familiares, de nuestro deber profesional, de nuestra enfermedad, de nuestros dolores físicos y morales. Es también la pasión del cofrade, de su incomprensión hacia los demás, de sus dificultades, de su sacrificio callado y silencioso, de su entrega y de su amor.
Las cofradías no nacieron sólo para afirmar el culto a las sagradas imágenes frente al protestantismo, sino para algo más profundo; nacieron en un deseo de vivir la Pasión como algo propio, de unirse en Cristo naciente. Por eso, las cofradías no pueden hacer de sus estaciones de penitencia un simple recuerdo de algo que pasó hace siglos, sino que deben procurar que todos los hermanos, que los cofrades y que el pueblo revivan la Pasión de Jesús y su muerte, compadeciendo y conviviendo con Él, sintiendo sus padecimientos, para después, sentir también gozosa y gloriosamente el poder de su Resurrección.
¿Es que puede negarse que el Cristo de la Humildad que viene de Cristo Rey y a Cristo Rey vuelve, es el que clama a sus verdugos que muere de sed? Dicen los médicos que cada célula deshidratada por la pérdida de sangre tiene sed. Los azotes que recibió Jesús en el pretorio, los clavos que traspasaron sus manos, las espinas al ponerle la corona, la axfisia al ser clavado en la cruz, la tensión de los músculos y tendones... Todo eso hizo posible que Jesús, de sus Siete Palabras, nos dijera la más corta: Tengo sed (Juan, 19,28)
Es la única palabra dolorosa de Cristo: Tengo sed. El Evangelio de San Juan nos presenta a Jesús al comienzo de su vida pública, reclinado en el pozo de Jacob, cansado y sediento y le pide a la Samaritana: Mujer, dame de beber. Ahora, al final de su largo camino de su vida, cansado y sediento, reclinado en la cruz, Cristo vuelve a pedir agua a todos los hombres: Tengo sed.

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