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Blog de los hermanos costaleros de la Real Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Stmo. Cristo de la Expiración, María Stma. de las Siete Palabras y San Juan Evangelista, de Jaén

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miércoles, 20 de febrero de 2013

Siete lirios al Cristo de la Expiración (III)


20 febrero 2013
por Luesco

En la actualidad, ya en el siglo XXI, las cofradías siguen haciendo suya la contestación divina y ofrecen en las calles y en las plazas sus imágenes contestatarias. No es acaso contestación el paso por las calles con establecimientos comerciales, de anuncios y ver pasar a un Cristo expirando, muriendo en la cruz… No es acaso contestación la que ofrece en plena Plaza de Santa María la salida de la Hermandad de la Buena Muerte o el silencio sepulcral cuando sale la de “El Silencio”. Decimos que la Pasión es la contestación de Dios a los hombres. Esta contestación, esta interpelación, que nos hace Cristo en su Pasión tiene unas notas, unas características y, sobre todo, una motivación muy distinta de los hombres de nuestro tiempo. No es la interpretación del griterío, de la algarabía al ver salir y subir los cantones a Nuestro Padre Jesús de los Descalzo. La contestación de Cristo es la contestación de la mansedumbre, de la paciencia y del silencio. Es una contestación de humillación por obediencia, por la muerte de Cristo en la cruz. Es la contestación de la locura, del escándalo en la cruz. Es la contestación de los contrastes de las tradiciones, que no se pueden explicar. Es la contestación del amor por el amor.
Acaso el Cristo de la Clemencia, antes de morir, dirigiéndose a su Madre del Mayor Dolor, y al discípulo amado, que va junto a ella, aquella amorosa afirmación: Mujer, he ahí a tu hijo. Estaba en el Calvario, pero no solo está presente, sino que tomaba parte de la acción y lo confirmó un testigo: Juan, es el único evangelista que presencia esta escena. Por eso no se concibe la Pasión sin ella. No hay cofradía sin Virgen, quizá pronto la veremos en el Silencio. 
Ella es la corredentora, la cooperadora en la obra de la Salvación. El cofrade lo siente y lo vive. La maternidad natural que ejerce la Virgen sobre los hombres se inicia en la encarnación, se consuma y culmina en el Monte Calvario, donde Cristo, en su legado, la proclama con su Tercera Palabra.

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